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Redes de pinceladas en libertad

Biel Mesquida


biel-mesquidaCuando rememoro los cuadros de Dolores Sampol, cuando me da por escribir sobre las obras que expone esta artista de lo delicado, me vienen a la cabeza dos rasgos esenciales y singulares que forman el hilo conductor de estas pinturas: su libertad absoluta en la investigación pictórica por un lado, y una gran capacidad de arriesgarse para hallar la emergencia de los objetos, de las situaciones y de los múltiples significados por el otro.

Todo se manifiesta en el cuidadoso trabajo, casi de miniaturista a la búsqueda de los detalles al vuelo, a la par de una poética íntima, honda, de un flujo sensorial que no olvida la denuncia más clara y el más afilado grito. El uso de la antigua, clásica, técnica de la pintura al óleo sobre tabla es ya en sí mismo una declaración de principios: la lentitud como ejercicio, la liviandad como meta y el camino cotidiano, esforzado y paciente, como forma de obrar estas invenciones de belleza.

Abís aeri es una excelente etiqueta porque en dos palabras nos resume una de las ideas que planean sobre todo el conjunto expositivo: la paradoja se vuelve tan excesiva que se convierte en oxímoron, esa contradictio in terminis que armoniza dos conceptos opuestos en una sola expresión y que engendra un nuevo concepto. Nuevo concepto en el que perdura la sabiduría del pasado con toda la carga cultural en la que se cimienta y la promesa de futuro de una abertura hacia territorios ignotos que las imágenes desencadenan. Dolores Sampol se sabe pintora en la atmósfera contemporánea de trampas, confusiones y consumo y, para expresar con la mayor precisión y exactitud la verdad de las cosas, encuentra soluciones personales que trascienden su físico hasta llegar al lienzo y se materializan en metàfora que irradia una nueva sensibilidad.

biel-mesquida-01Me impresiona en sus cuadros, especialmente en La carícia, ¿Bailas? o Dessús la mar, davall el cel, esa ascética generosa del color de la pincelada finísima de una mujer que conoce a fondo su mester hasta el virtuosismo, con unos temas (el cuerpo de una nadadora, un zapato de tacón, una braga, unas pinzas, unos peces, unos insectos, una mano y unos pies, etc.) impregnados de esa energía de la necesidad que siente la artista de manifestarlos en su radicalidad poética. La mano, el cuerpo y los pies despellejados dicen mucho de cómo se desnudan los sentidos y de la función de màscara que tan a menudo ejerce la epidermis. En otras obras como Teixint, homenatge a Emily Dickinson, Bosc de pinzells, homenatge a Joan Miró i Coincidència amb Carson McCullers, la pintora condensa más su mensaje con los elementos pictóricos más sencillos y objetivos (una nube y números, unos pinceles y una mano, otra mano y un reloj sin agujas) en los que la mirada activa sedimenta unas coexistencias de sentidos y sentimientos de cada día que son un canto noble a los nombres y las cosas. Me deja mentetrémulo.

Admiro ese naturalismo de ilustración científica puesto al servicio de una construcción visual tan original y sincrónica con los efectos que despierta, esa alta calidad de magia de una audacia atrevida y una invención de controlada exuberancia. Las obras con personajes hiperrealistas -Líhome que mirava la lluna verda, Enlluernada pels peixos, Cinema París- están impregnadas de una fuerza cromàtica surgida de discreciones buscadas y de una expresividad potente que atraviesa al espectador como un destello oscuro que nace de la desnudez de las miradas, del enigma. Por último, las obras que muestran uniformes de presos de Guantánamo nos enseñan que el arte y la denuncia pueden ir de la mano sin caer en demagogia, y que denunciar la opresión y hacerse eco del grito de socorro encajan perfectamente en el dibujo de unos uniformes en los que las pinceladas nos transmiten simultáneamente el sufrimiento, la tortura, la injusticia y el imperialismo de Estado en unos tiempos en que los derechos individuales son pisoteados. Y también nos cuentan, tan bien, cómo investiga la pintura nuevas maneras de decir un sinfín de cosas sobre nosotros mismos.

Hay que saborear lentamente estos cuadros para sacarles todo lo interminable que les ha inyectado, para que penetren en las entretelas del espíritu los colores y las ideas que los ponen en pie y transmitan toda la lucidez, el amor y la fragilidad que los sostiene.

Mallorca, 2010

 

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