La amenaza de la indiferencia
Pilar Ribal
Una nueva ética procedente de las voces creativas de los cinco continentes canaliza los sentimientos y preocupaciones de una mayoría cada vez menos silenciosa y más activa en la demanda de un cambio de actitud en quienes rigen los destinos de los demás. No es extraño, en este contexto, que Lourdes y Dolores Sampol señalen con su primera instalación conjunta el fuerte impacto medioambiental que el crecimiento económico derivado del turismo causa en las Baleares. Se trata de una reflexión que, si bien no es nueva, ni se plantea de un modo eminentemente critico, quiere ser una aportación personal a un debate de plena actualidad.
Así, el compromiso del arte y el papel de la mujer en la construcción de nuestro incierto futuro colectivo, son los argumentos que sustentan una propuesta influida decisivamente por la necesidad de facilitar el encuentro de las dos personalidades autoras del mismo y por la significación de un espacio presidido por el recuerdo de un artista, Miró, que veneraba la naturaleza.
Un primer montaje en el que se suceden obras en pequeño formato de ambas artistas evoca a la mujer. Mientras Dolores Sampol propone versiones de sus obras pictóricas, Lourdes Sampol introduce el tema la maternidad y, de paso, a los futuros pobladores de la isla. Una línea azul de neón (nota poética y conceptual) relaciona éste con el siguiente espacio expositivo.
Un laberinto de plásticos impresos con los cientos de líneas que se acumulan en los artículos de prensa (que vienen a ser como un reiterativo eco visual) y cuyos perfiles recortados sugieren la presencia de otros tantos árboles sacrificados, ejemplifican y materializan la cuestión clave: todos los excesos que se están cometiendo en nuestra tierra.
Residuos, ruidos, congestiones de tráfico, expoliaciones patrimoniales, construcciones masivas, etc., configuran lo que quiere ser el angustiante telón de fondo de ese escenario, cada vez más artificial, sobre el que se desarrolla nuestra vida. Pero más allá de la obra en sí, lo que vemos son los efectos de algo que ya se ha producido: la búsqueda, la lectura de los artículos, la idea del montaje y su realización; todo un proceso de “inmersión” física, emocional e intelectual en una problemática. Es, por tanto, ese desarrollo, el trabajo realizado por y "en" las artistas lo que nos parece lo realmente importante. Y aunque la relación que establezcamos después con ese entorno artificial, con ese "eco visual de despropósitos", sea ya casi "natural" y "fácil"; aunque no nos perturbe ni inquiete, acaso sea esto, precisamente, lo más anecdótico. Porque nuestra familiaridad o indiferencia frente a la cultura del plástico, con el ruido, con los excesos, supone, sin duda, la mayor amenaza.
Palma, El Día/El Mundo, 1999