Trabajo bien hecho
Tina Casademont
Cuando alguien se introduce en un nuevo mundo profesional, es normal y evidente que se requiere el consumo de una buena dosis de práctica antes de poder empezar a tutear su trabajo. Pero éste no es precisamente el caso de Dolores Sampol (Palma de Mallorca, 1954), que la galería Interior ha escogido acertadamente para protagonizar la exposición de estos días festivos.
Esta artista ya conocía muy de cerca la técnica pictórica antes de enfrentarse a la tela, había practicado un meticuloso y continuado trabajo de restauradora durante once años. Así, después de haber saneado un montón de piezas góticas del arte antiguo que seguro han contribuido a potenciar la gran sensibilidad que transmite sin necesidad de hacer demostraciones absurdas, hace unos siete años empezó a construir sus propias creaciones artísticas.
- Me estaba haciendo mayor y pensé que todavía estaba a tiempo de pelear un poco con la tela-, precisa la artista. La exposición que presenta en Interior reúne una veintena de trabajos bajo el título de “País, paisaje, personaje” donde quedan englobados los tres ejes temáticos de la muestra, aunque este último aparece de una manera más discreta, ya que el tratamiento explícito de la figura todavía no es muy explotado por la autora. Por otro lado el paisaje, y siempre muy vinculado al país mediterráneo que la pintora lleva en la sangre, es su arma fuerte. Huyendo de grandilocuencia, Sampol elabora una obra dominada por detalles paisajísticos bien concretos que ponen de manifiesto una previa introspección exteriorizada de manera microscópica. Así, encontramos pájaros, caracoles, tumbonas, árboles que, muy sintetizadamente, serena y armoniosamente, profesan una expresividad mágica que provoca ese hechizo quimérico que pocas obras consiguen.
La elección frecuente de la representación de marinas y el misterio inalcanzable del mar ha sido siempre un motivo artístico muy recorrido y que facilita la rápida comunicación entre la obra y el espectador. No obstante, la pincelada aparentemente gestual pero muy bien analizada de Sampol, y su particular juego con pocos colores -esencialmente, el azul, el negro y el ocre- son los secretos últimos del buen resultado. ¿Hay alguna fórmula confesable en el quehacer artístico de Dolores Sampol para conseguir esta obra admirablemente sentimental? Para ella es muy sencillo: apuesta exclusivamente por el trabajo bien hecho. Claro que, muchos que se llaman artistas persiguen el mismo, y pocos lo consiguen. Lo que es seguro es que Sampol es de las que lo consiguen.
Girona, Punt Diari, 1995