PRENSA

 

 

 

 

 

 

 

Crónica personal

Daniel Giralt-Miracle

Primera exposición individual en Barcelona de Dolores Sampol (Palma, 1954), artista mallorquina de larga ejecutoria, que desarrolla un mundo intimista, reflexivo, en el que juegan un papel muy preponderante los objetos cotidianos, las naturalezas muertas, el mundo marino y el continente africano. Un conjunto de obras  que, en ocasiones, nos recuerdan la poesía visual con referencias brossianas, estudios de una sesión del dibujo al natural y notas o apuntes para una gran tela y que tienen algo de diario o crónica personal.

 

Sampol nos narra historias, recuerdos, experiencias que siempre giran alrededor de un tema monográfico que puede ser dibujado, pintado, tratado a la manera de collage o acotado mediante unas ilegibles caligrafías, plásticamente integradas en la textura del papel o en la imprimación de los colores. Sampol sabe dejar las cosas en su punto, ni muy definidas ni muy ambiguas. Combina con maestría los más depurados procedimientos pictóricos, ya que procede del campo de la restauración y la conservación de obras de arte, y un cierto sentido del humor no falto de jocosidad. El block de zapatos suspendido sobre unas cajas de cartón, la pintura de los tres puentes, el de Hirosmice, el de Van Gogh y el de Christo; o las cerezas-pendientes son tres muestras de una sutil combinación de técnicas, temáticas y poéticas que da a su obra un sello de inconfundible personalidad. A pesar de ello, el secreto de Dolores Sampol está en el saber implicar en su obra al espectador.

La sobreposición de papeles sobre el lienzo o sobre otros papeles, la presencia de objetos o dibujos que aglutinan el conjunto y un uso espontáneo y libre de la tipografía hace que sus trabajos escapen de la pintura y el dibujo tradicionales para hacer incursiones en campos muy diversos manteniendo siempre una particular homogeneidad. De entre todas las obras que ahora presenta, realizadas en 1997, consideramos oportuno destacar la suite de 12 piezas África, precisamente la única de 1996, donde lo tipográfico, lo ilustrativo y lo dibujístico encuentran un nivel de evocación que nos permite percibir su dominio de las técnicas y su gran capacidad de crear un arte intimista en el que funde el pasado y el presente.

Barcelona, 1997

 

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